Por Humberto Sánchez Amaya
El director es el encargado de la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar que acompañó al sonero del mundo en la celebración de sus 50 años de carrera.
La conversación se da en el camerino que usaba José Antonio Abreu, en uno de los pasillos que lleva al escenario de la sala Simón Bolívar del Centro de Acción Social por la Música, en Quebrada Honda, Caracas.
Es un espacio pequeño, pero cómodo para prepararse y descansar. Ahí está el director Christian Vásquez, quien se alista para el segundo ensayo con Oscar D’León, quien celebra sus 50 años de carrera artística con tres conciertos junto con la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar.
El martes 13 de septiembre se llevó a cabo la rueda de prensa en la principal sala de conciertos de la sede del Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela, un encuentro como suelen verse pocos. Los organizadores calculan que hubo una asistencia de 150 personas de distintos medios de comunicación. Y es que hasta reporteros de fuentes ajenas a la cultura y el entretenimiento se acercaron para ver al sonero.
Los primeros dos conciertos fueron en el Teatro Teresa Carreño los días 16 y 17 de septiembre. El jueves 22 será el turno del Fórum de Valencia. Las presentaciones llevan por título Oscar D’León, la leyenda.
Christian Vásquez vino de Berlín para esta celebración a un músico arraigado en la cultura venezolana. De hecho, el día de la rueda de prensa, unas 50 personas se acercaron a las afueras de la sede de la institución para ver, aunque sea de lejos, al cantante.
En noviembre el director de orquesta, originario de San Sebastián de los Reyes, volverá al país para una serie de conciertos con varias orquestas, así como visitará varios núcleos en distintas regiones. Antes estará en Corea del Sur y después viajará a países como Francia y Colombia.
Fue uno de los directores más allegados a Abreu, con quien comenzó estudios de dirección en 2006. Fue director de la Orquesta Juvenil Teresa Carreño desde 2010 hasta 2017, con la que se presentó en ciudades como Londres, Berlín, Lisboa, Hamburgo, Milán, Toulouse, Viena, Ámsterdam y Salzburgo. Ha dirigido a la Radio Sinfónica de Viena, la Filarmónica de la Radio Alemana Saarbrücken Kaiserslautern, la Orquesta Nacional del Capitolio de Toulouse, la Orquesta Filarmónica de Radio Francia, la Sinfónica Nacional de Bélgica, la Orquesta Sinfónica Nacional de México, la Sinfónica de Basilea y la Filarmónica de Múnich.
—¿Cómo ha vivido estos días de ensayo con Oscar D’ León?
—Bueno, el primer ensayo con él fue ayer (13 de septiembre) en la tarde. Fue una experiencia muy bonita. Aprendimos mucho. Él tiene una energía increíble.
—Sí, lo notamos en la rueda de prensa
—¡Increíble! Se puso a bailar, le decía al coro que bailara, que aplaudiera. Le dijo a la orquesta que se moviera. Fue genial. Es una persona súper agradable. También está la experiencia de tocar sus canciones. Imagínate, él tiene como 400 temas.
—Y ustedes prepararon 37….
—Sí. Serán casi cuatro horas de música, más o menos. (Ríe). Pero está bien, Todo ha fluido. Ayer repasamos 14 temas. Hoy terminamos de ver el resto.
—Ustedes se encontraron hace unos meses en Berlín
—Sí, cuando él estaba de gira por Europa. Unas semanas antes, el productor Carlos Scoffio (Image Producciones) me había llamado para preguntarme si quería dirigir estos conciertos. Me dijeron que planificaron dos conciertos y posiblemente otro en Valencia. Gracias a Dios sí estaba libre y respondí inmediatamente. Como yo sabía que él iba a Berlín por las noticias que uno ve en la calle, quise presentarme para que supiera quién soy yo. Tuve la oportunidad de ir a ese concierto. Un gran éxito.
—En la rueda de prensa no solo vimos que es una persona muy enérgica, sino también exigente. Cuando el moderador tuvo una breve laguna en el orden de los periodistas para que hicieran las preguntas, inmediatamente dijo que no quería baches. ¿Es así también en los ensayos?
—(Sonríe) Él quiere que un tema casi esté montado sobre otro, que termine uno y arranque el siguiente. Para nosotros fue un choque porque bueno, uno está acostumbrado a finalizar, esperar dos segundos y arrancar nuevamente. En este caso, no deja respirar, pero es genial. La energía que surge en el ambiente es fabulosa.
—¿Por qué estos conciertos se hacen con la Orquesta Simón Bolívar y no la Juan José Landaeta?
—Yo no escogí la orquesta. Cuando me llamaron me dijeron que los conciertos eran con Oscar D’ León y la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar. Les dije que sí.
—¿Y entre los próximos proyectos ha pensado en otra incursión en el cine como ocurrió en 2015 con Kora, senderos a la felicidad?
—¡Wow! En estos días estaba hablando sobre ese documental con Oscar Guruceaga y su esposa Verónica. Me gustaría verlo de nuevo. Pues no, todavía no hay nada por ahí. Pero vamos a ver quién se interesa y sale con alguna idea. (Ríe).
La influencia de Gustav Mahler
—¿Por qué Gustav Mahler es tan importante en su vida?
—Fue un antes y un después. Mi gran debut fue en 2008 con la Sinfonía N.º 2 de Mahler. El maestro Abreu me llamó dos semanas antes. Me dijo: ‘Mi querido, en dos semanas diriges la segunda de Mahler’. Era Semana Santa y yo iba camino a la Colonia Tovar a comer fresas con crema. Me tuve que regresar a casa. Imagina que el maestro te llame para decirte eso. Gracias a ese concierto llegaron las invitaciones internacionalmente. Colgué en Youtube ese video y muchas orquestas, así como agencias de artistas, lo vieron y empezaron contactarme.
—Tan importante es que su hija se llama como la esposa del compositor
—Sí, Alma. Buscamos muchos nombres, pero llegó un momento en el que le dije que yo ponía el nombre del primer hijo, y que cuando viniera el segundo, ella se encargaría de la elección. Y en este caso, yo escogí el primer nombre y ella el segundo. Se llama Alma Valeria.
—Muchas personas perciben que en la música académica siempre se interpreta a los mismos compositores. ¿Qué responde a esa idea?
—Bueno, hay orquestas que sí lo hacen. No se atreven a innovar y darle la oportunidad a nuevos compositores. Pero hay otras que sí se arriesgan. Esto que estamos haciendo es una prueba. Estamos abiertos. Como dije ayer, el maestro era una persona que decía que toda música es importante y hay que tratarla con respeto. Recuerdo una vez que estábamos en una recepción después de un concierto en el Teatro Teresa Carreño. Afuera en los pasillos había un DJ que puso un reguetón. El maestro me dijo que escuchara el bajo, que me fijara en la progresión armónica. No estaba pendiente de la letra, porque los mensajes no suelen ser sublimes. Hay letras que sí, pero otras que no. Él iba más allá. Cualquier música que hagas la tienes que desarrollar al más alto nivel. Nosotros aquí, como te pudiste dar cuenta ayer, con todas las agrupaciones tratamos que todo sea de alto nivel. Mira lo que está haciendo Gustavo Dudamel. Hay muchos compositores nuevos que están escribiendo para la Filarmónica de Los Ángeles. Eso también es lo que queremos aquí. Vamos a ver si el año que viene un compositor canadiense que me contactó escribe algo para la Simón Bolívar o para mí. Antes que nada, prefiero ver cómo será el acuerdo. También hay muchos compositores nuevos venezolanos a los que queremos darle una oportunidad.
—¿Alguno a lo que debamos seguirle la pista?
—Está Ángel Hernández-Lovera, que firmó con Universal Edition, una de las casas que tiene las partituras de Mahler. Él está en Austria.
—También hemos visto propuestas como la obra para maracas llamada Pataruco, de Ricardo Lorenz, que usted dirigió en 2017 en Caracas, y más recientemente la composición de Gonzalo Grau para cuatro que se presentó en Los Ángeles
—Por eso te estoy diciendo que nosotros estamos abiertos a hacer cualquier tipo de música. No nos enfocamos solamente en Beethoven, Mozart o Mahler. Ahora bien, si vamos a hacer algo nuevo, que sea de calidad.
—¿Hay algún instrumento tradicional venezolano, además de la maraca y el cuatro, que considere pueda ser parte de una obra sinfónica?
—Me encanta la bandola. Bueno, hay un concierto de bandola que hice hace muchos años. (Concierto para bandola llanera y orquesta, de Saúl Vera). Ese instrumento me encanta.
—¿Cómo ve la dinámica en la música en otros países con la llegada de músicos venezolanos? Vemos casos como el de Victoria Sánchez en México y otros tantos que cada vez ocupan puestos importantes
—Hay mucha receptividad cuando saben que uno viene del Sistema. No solo me refiero al caso de los directores, sino también a los instrumentistas. Hay muchos músicos que pertenecían a la Simón Bolívar y que se fueron, ahora están ocupando puestos importantes en todas partes del mundo, en países como Alemania. México o Estados Unidos.
—Ayer en el recorrido que hicieron con Oscar D’León por la sede del Sistema, y vieron las distintas agrupaciones vinculadas a la música que él hace, varios jóvenes se acercaron a usted para tomarse una foto. Lo ven como un ejemplo. ¿Qué se siente ser una referencia para estas generaciones?
—Bueno, a mí me encanta. Bueno, tú me conoces desde hace tiempo. Yo soy como todo el mundo, como Oscar que le gusta dar la mano a la gente. Claro, yo lo hago cuando terminan los ensayos. Si me pongo en eso durante las prácticas, no terminaríamos nunca. Me encanta esa interacción con las personas. Todos somos iguales. El maestro Abreu me enseñó. Cuando él llegaba a la sede, saludaba a todos los que estaban. Decía que todo el mundo es importante en lo que hace. Por ejemplo, sin la persona que limpia el piso, todo estaría sucio. En mi caso, son varios años de trayectoria, que conllevan una responsabilidad. Eso inspira a hacer la cosa cada vez mejor. Es muy fácil seguir lo que está mal que lo que está bien. Cometer errores es muy fácil, pero hacer las cosas bien siempre requiere un gran esfuerzo. Ahí está lo difícil. Siempre estoy aprendiendo, escuchando. Toda crítica constructiva la agarro porque me nutre, me obliga a ser mejor artista.
—¿Y de quién aprende una persona con su trayectoria?
—Por ejemplo, de Gustavo Dudamel. Estuve con él como asistente en la producción de Las bodas de Fígaro entre diciembre y febrero. Ahora vuelvo otra vez con él a París para trabajar entre diciembre, enero y febrero con el montaje de Tristán e Isolda. En abril voy a dirigir cuatro conciertos con la Ópera de París y con el Ballet de la Escuela de la Ópera de París. También aprendo de Pablo Castellanos, que está acá y a veces entra a mis ensayos. Me dice que pruebe esto o aquello, alguna sugerencia con respecto a la armonía. Son personas con más experiencia que yo, que estudiaron en el exterior. También está el maestro Alfredo Rugeles. A veces no entiendo algo y pregunto qué puedo hacer. Hay un respeto mutuo. En una gira por Turquía Pablo Castellanos fue con nosotros porque él tocaba la celesta. En una presentación, casi al final me sugirió que probara un poco más de pizzicato. Lo hice y fue otra cosa. (Suspira). La energía fue otra. Son pequeños detalles que hacen la diferencia.
—En la dinámica de las orquestas se suele pensar que hay que comenzar desde pequeño en la música. Sin dudas, es lo ideal. ¿Pero qué le recomendaría a una persona mayor de 30 o 40 años de edad que desee comenzar?
—Siempre se puede comenzar desde cero. La música es infinita. Claro, no vas a tener la misma agilidad que cuando estás desde niño. Pero sí lo que quieres es aprender un instrumento y tocar porque te gusta la música, puedes aprender a leer fácilmente. Eso sí, si el plan es entrar en una orquesta, la competencia va a ser difícil. Al menos que tengas un talento oculto que agarras el instrumento y ya al año estás tocando. ¿Por qué no?
—En la rueda de prensa Oscar D’León mencionó a Porfi Baloa como uno de esos músicos de las generaciones siguientes que toman el testigo en la salsa. ¿A quiénes ve usted?
—¡Wow! (Ríe) Estoy de acuerdo con él. Porfi es un extraterrestre. Es increíble. Veo sus videos en Youtube. La manera en la que canta, toca el piano, la percusión, compone y arregla. Es una persona fuera de serie.
—¿Ha tenido la oportunidad de ir a San Sebastián de los Reyes?
—No he ido, pero voy a ver si me acerco la semana que viene, que tengo unos días libres antes de ir a Valencia.
—¿Conoce el teatro que lleva su nombre?
—¡Claro! Creo que fue un año después de su inauguración. Hicimos un concierto con la orquesta de San Sebastián.
La pausa de la pandemia
—La pandemia fue una pausa obligada. ¿Qué reflexión hubo en esa etapa?
—Pude disfrutar a mi hija y a mi esposa al máximo. Uno de mis temores era perderme sus primeros pasos, sus primeras palabras. Antes de eso, yo quería hacer muchos conciertos aquí y allá todos los días. Está bien porque me llena. (Piensa). Pero ahora, creo que todo es un 50 y 50. Los niños crecen muy rápido. La vida es una sola, Por supuesto que estoy preocupado por mi carrera. Es lo que me apasiona y de eso también vivo, pero yo no quiero estar semana tras semana en un avión y nunca ver a mi hija. Ya ha pasado en la historia de muchos directores que son muy famosos, viajan y hacen de todo. Al final están solos y sus hijos están en otro lugar. Esta es una carrera muy solitaria. Estás una semana en un hotel y luego en otro. Entonces, cuando pasan los años, y no fuiste un buen padre porque te dedicaste más a la carrera, vas a estar solo. Claro que deseo dirigir, pero busco un balance entre mi carrera y mi familia.
—Entonces es un pensamiento reciente…
—Sí, después de ser padre y más todavía en la pandemia cuando estuve todo ese tiempo con mi esposa y mi hija.
—¿Ya dirigió el concierto de su vida?
—Bueno, uno fue el de Mahler en el año 2008, esa primera vez es inolvidable.
—¿Algún mensaje con el que quiera culminar esta conversación?
—Que sigan apoyando al Sistema y a todos los niños del país, sean músicos, bailarines, deportistas. Son el futuro de cada país.