Por Francisco Martínez Ramos, 01 mayo 2022
Ambiente festivo en el Auditorio de Tenerife con la presencia de dos de los músicos más destacados salidos de El Sistema venezolano, el trompetista Pacho Flores y el debut del director Christian Vásquez. Sus maneras encantaron al público e impregnaron a la Orquesta Sinfónica de Tenerife, la cual se mostró especialmente luminosa y rítmica. Además, hubo el gran atractivo de un estreno mundial y la presentación de una serie de instrumentos creados específicamente para Flores.
La velada comenzó con las Danzas latinas, concierto para trompeta y orquesta, del compositor uruguayo Efraín Oscher, una obra que presenta cinco danzas de Puerto Rico, Argentina, Brasil, Cuba y Uruguay. Composición ingeniosa, con muchas influencias de la música popular, que combina ritmos pegadizos con melodías cautivadoras y una orquestación variada y atractiva. Llamó la atención el tratamiento especial de los metales y la percusión; más algunos efectos peculiares, como el batir de palmas de la sección de cuerdas. Cada movimiento fue tocado con un instrumento diferente por el trompetista Pacho Flores, que salió al escenario con su simpatía habitual, presentando la obra y los diversos instrumentos, para luego deslumbrar en cada uno de los números. Maestría instrumental indiscutible en todos los aspectos y una adecuación estilística total, desde el virtuosismo a los momentos más melódicos, incluyendo cadenzas electrizantes (como la realizada junto a los bongós). Christian Vásquez y la orquesta estuvieron en perfecta comunión con el solista y mostraron un gran dominio de la intricada partitura orquestal.
A continuación, uno de los momentos más esperados de la velada, el estreno mundial de Albares, concierto para fliscorno y orquesta, obra del propio Pacho Flores. La composición, en tres movimientos dedicados a la suegra de Flores, une danzas latinas (bambuco, milonga, periquera) con un homenaje a la Comunidad Valenciana, donde reside el trompetista en la actualidad; tal como comentó en su introducción hablada. Albares tiene algunos paralelos con la obra de Oscher anteriormente escuchada y muestra las muchas habilidades del Flores compositor y orquestador. Hay referencias a la música latina, al jazz y también a formas más clásicas, como el fugato del último movimiento (“Periquera en Navajas”). Es una obra interesantísima y seductora, perfecta para el lucimiento del Flores trompetista, que volvió a tocar cada movimiento con un instrumento diferente (fliscorno en do, fliscorno grave en la y fliscornino en re), y volvió a encantar con el brillo de sus inolvidables interpretaciones. Vásquez y la orquesta fueron, una vez más, los colaboradores perfectos de Flores, así que el éxito fue total. El trompetista regaló una danza venezolana en compás de 5/8, ritmo que en sus comentarios relacionó con la palabra “cucarachita”; palabra que dijo alguna vez durante la interpretación, haciendo las delicias del respetable. Broche de oro para una primera mitad del concierto que tuvo un éxito apoteósico.
En la segunda mitad pudimos disfrutar de una excelente versión de la famosa Sinfonía núm. 5 de mi menor, op. 64 de Chaikovskiï, piedra de toque para cualquier director y orquesta. Christian Vásquez, de gestos vivos y efusivos, se mostró como un director espléndido y fogoso; con un magnífico trabajo de planos sonoros y una búsqueda de la calidad instrumental que nos recordó en algunos momentos a las maneras de un George Szell. Apoyado por una prestación orquestal de muy alto nivel, Vásquez realizó una versión que resaltó magníficamente los aspectos rítmicos y brillantes, pero sin olvidarse de los melódicos y los más sombríos; como el principio del segundo movimiento, que tuvo un balance especialmente cuidado y un muy buen solo de trompa. Especialmente atractivo fue el tercer movimiento, donde el director resaltó el ritmo de vals con acentos muy personales y mostró algunos detalles interesantísimos de la orquestación. Funcionaron también la construcción y los clímax de los movimientos primero y cuarto, con unos minutos finales de la sinfonía llenos de emoción y garra.
Fue una velada para disfrutar, con una primera mitad protagonizada por uno de los trompetistas más reconocidos, en interpretaciones difícilmente mejorables (incluyendo un estreno mundial); para luego continuar con una muy satisfactoria versión de la Quinta de Chaikovskiï, que nos descubrió a un director admirable.